- julio 18, 2025
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Francisco Joany Ramos Arreola
Autor
Francisco Joany Ramos Arreola
Facultad de Ciencias Médicas y Biológicas “Dr. Ignacio Chávez” Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Contacto: joanyramosarreola@gmail.com
Estudiante de medicina que ha participado en proyectos sociales en su comunidad, en ejercicios de participación legislativa, en círculos de estudio de formación política que busca entender los fenómenos sociales en torno a la educación médica en nuestro país.
El acceso restringido a la carrera médica: un filtro de clase
Estudiar medicina en México es, en muchos sentidos, un privilegio. No solo por los altos costos en instituciones privadas, que pueden superar los 250,000 pesos por semestre, sino también por la desigualdad previa en el acceso a educación media superior de calidad, la posibilidad de costear cursos de preparación para los exámenes de ingreso (70% de los estudiantes paga cursos de admisión) y el apoyo económico y emocional para sobrevivir una carrera larga y demandante (debido a la larga duración de la carrera en relación con otras). Esta situación genera un escenario en el que la mayoría de los futuros médicos pertenecen a sectores medios-altos y altos, excluyendo a jóvenes de zonas rurales, comunidades indígenas o contextos de niveles socioeconómicos bajos.
Acorde con un estudio realizado por la UNAM en 2020, menos del 5% de los estudiantes de medicina provienen de zonas rurales, y un porcentaje aún menor proviene de comunidades indígenas. La brecha es clara: mientras algunos ingresan a la carrera con redes de apoyo, estabilidad económica y capital cultural, otros ni siquiera logran postularse.
Foro de Residencias y Servicio Social en la UNAM, 2023
Formar en la burbuja: entre privilegio y desconexión social
Los estudiantes que acceden a la carrera suelen formarse en entornos urbanos, tecnologizados, con poca o nula experiencia de cómo se vive la enfermedad en la pobreza o en la marginalidad. El resultado no es menor: se forma un tipo de médico que, aunque puede ser técnicamente competente, desconoce las causas estructurales de la enfermedad, los determinantes sociales de la salud y la complejidad cultural del paciente real.
Este distanciamiento tiene consecuencias éticas. El paciente deja de ser una persona y se convierte en un “caso”, en una cifra, en un instrumento para ascender profesionalmente o para generar ingresos. Se genera una relación médico-paciente asimétrica, tecnificada, e incluso clasista. En este contexto, el humanismo médico se debilita, no por maldad, sino por formación.
Médicas en formación en protesta, 2021
La medicina sin humanismo: un ejercicio despolitizado y funcionalista
Cuando el sistema de formación excluye a quienes viven en carne propia las injusticias sociales, también excluye sus sensibilidades y sus preguntas. ¿Por qué enferman las personas de nivel socioeconómico bajo? ¿Por qué mueren antes los pueblos originarios? ¿Por qué no hay médicos en ciertas regiones? Preguntas fundamentales que se vuelven secundarias frente al entrenamiento clínico tradicional. Como lo dijo Salvador Allende en su discurso de 1954, “la medicina es una de las profesiones que no puede apartarse del contenido social de su ejercicio”.
La medicina, en un contexto elitizado, corre el riesgo de transformarse en una práctica despolitizada, funcional al sistema y centrada en la rentabilidad, en lugar de estar al servicio de la comunidad y de la justicia social.
Exigencia de la sociedad
Datos que revelan una brecha estructural
La desigualdad en la formación y práctica médica tiene correlatos concretos en el sistema de salud. México es uno de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) donde el gasto de bolsillo en salud es más alto: de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía(INEGI) en el 2022, representó más del 40% del gasto total en salud. Es decir, la atención médica es pagada por el propio paciente, no por el Estado.
A su vez, más de 20,000 comunidades carecen de acceso a un médico (Secretaría de Salud, 2021), mientras que la medicina privada se concentra en las grandes ciudades, atendiendo a los sectores con mayor poder adquisitivo. La medicina se vuelve, entonces, un recurso escaso y segmentado.
En este escenario, el médico general sin especialidad es marginado profesionalmente, y el paciente pobre es excluido del sistema. No por falta de médicos, sino por un modelo que desvaloriza la medicina comunitaria, fragmenta la atención primaria y prioriza la medicina de especialidades y de alto costo.
Niños jugando
El riesgo de la deshumanización
El proceso de elitización tiene consecuencias culturales: produce subjetividades médicas individualistas, competitivas, centradas en el prestigio y desvinculadas del sufrimiento humano real. El paciente se transforma en cliente. El dolor se vuelve negocio. Se prescribe de más, se interviene sin necesidad, se asumen patologías de forma “normal”. El lucro se cuela en la relación terapéutica.
Democraticemos la formación médica para recuperar el sentido
La medicina necesita ser repensada. Democratizar el acceso a la carrera no es solo una cuestión de justicia educativa, sino de salud pública. Se requiere una formación que acoge a estudiantes de todos los contextos, que valore la medicina general y comunitaria, que forme con humanidades y que devuelva a la medicina su sentido social y emancipador.
Porque si solo los privilegiados pueden ser médicos, la medicina no curará las heridas de la sociedad: solo las perpetuará.
Referencias
- INEGI (2022). Estadísticas de salud y gasto de bolsillo.
- UNAM (2020). Diagnóstico sobre equidad en el ingreso a medicina.
- Laurell, A. C. (2015). El derecho a la salud: crítica al modelo neoliberal. Salud Colectiva.
- Illich, I. (1976). Némesis médica.
- Foucault, M. (1976). Vigilar y castigar.
- Allende, S. (1954). La medicina como instrumento de transformación social.
- Secretaría de Salud (2021). Informe sobre distribución de personal médico en México.